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CEAMA 5 años: una Iglesia que se incultura y se transforma – Patricia Gualinga 

“Me emociona ver que hemos caminado… que estamos en los inicios de algo que aún no desborda, pero que ya se siente imparable”, expresa con esperanza y firmeza Patricia Gualinga, lideresa del pueblo Kichwa Sarayaku de Ecuador y vicepresidenta de la CEAMA, al reflexionar sobre el significado de estos cinco años de vida de la Conferencia Eclesial de la Amazonía.

Han pasado cinco años desde la creación de esta instancia inédita, y aunque el tiempo estuvo marcado por la pandemia y desafíos globales, para Gualinga la CEAMA representa una transformación profunda en la relación entre la Iglesia y el territorio. “Es algo nuevo, algo inédito”, afirma. “Una semilla que está germinando, y que tiene el potencial de desbordar”.

Una estructura inédita, con rostro de participación

Entre los logros más significativos, Patricia destaca el reconocimiento de la personería jurídica de la CEAMA otorgada por el Papa Francisco. Este paso no es solo formal, sino profundamente simbólico: es el respaldo a una estructura eclesial que rompe moldes tradicionales, que integra voces antes ausentes, como la de mujeres indígenas, defensoras de la vida y del territorio.

“La CEAMA es diferente a las estructuras jerárquicas habituales. Aquí hay participación real. Aquí estamos mujeres como yo, lideresas amazónicas que luchamos desde distintos frentes, articulando nuestras luchas con la Iglesia”, explica.

Una Iglesia que se incultura y se transforma

Gualinga ve en CEAMA un ejemplo para la Iglesia universal: “Aquí se está intentando inculturar el Evangelio en la realidad amazónica. No se trata solo de hablar del territorio, sino de asumirlo como parte del camino espiritual y pastoral”.

Esta forma de ser Iglesia —dinámica, itinerante, confiada en el Espíritu— propone nuevas rutas sin perder la esencia del Evangelio. Una Iglesia que no se queda estática, sino que escucha, aprende y se deja transformar por las realidades que habita.

Aprender a caminar juntas y juntos

Este camino ha sido también una escuela de aprendizaje institucional y pastoral. Para Patricia, venir de estructuras indígenas y entrar en contacto con la lógica eclesial ha sido un proceso de descubrimiento: “He comprendido cómo funcionan los espacios pastorales, cómo algunos obispos han asumido este reto y lo aplican en sus territorios. Se busca consensuar, fortalecer procesos desde un caminar conjunto”.

La sinodalidad, añade, no es una palabra vacía. Es una práctica real que se ha venido construyendo: escucharnos mutuamente, entender al diferente, coordinar acciones, y plasmar lo no dicho en realidades pastorales concretas.

Formación, defensa y territorio: frutos de un proceso colectivo

Como frutos de este caminar, Patricia destaca iniciativas concretas: la construcción de una Iglesia con rostro amazónico, el impulso de programas universitarios para jóvenes y adultos indígenas, y una creciente articulación con la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) para la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza.

“Hay logros claros, pero también retos enormes. Lo importante es que no hemos detenido el paso, que seguimos soñando, tejiendo, transformando”, concluye.

Una semilla viva, en manos del Espíritu y del pueblo

A cinco años de su creación, la CEAMA es más que una estructura: es un signo de esperanza para la Iglesia y para los pueblos de la Amazonía. Su existencia encarna un nuevo modo de ser Iglesia, uno que escucha la vida, reconoce la diversidad y apuesta por la justicia y el cuidado de la Casa Común.

La CEAMA es aún joven, pero camina con paso firme. Y en palabras de Patricia Gualinga, su mayor potencial está aún por florecer: “Estamos en los inicios… y lo que viene tiene que desbordar”.

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