Canadian Jesuits International realizó durante este mes de noviembre la campaña Women at the Heart of Justice, una iniciativa que reconoce a las mujeres como protagonistas esenciales en la lucha global por la dignidad, la igualdad, la defensa de la tierra y la sostenibilidad.
Como invitada principal, la Hna. Laura Vicuña Pereira Manso, catequista franciscana, mujer indígena del pueblo Kariri y vicepresidenta de la CEAMA, visitó Canadá entre el 7 y el 26 de noviembre, en una ruta de encuentros con jóvenes, académicos, comunidades jesuitas, universidades y un público plural reunido también en el estreno de una película dedicada al papel de las mujeres en la defensa de los territorios.
Su presencia llevó a Canadá la voz de la Amazonía y de los pueblos indígenas, así como el caminar sinodal de la Iglesia en la región.
Mujeres en el Corazón de la Justicia
En sus intervenciones, la Hna. Laura subrayó que “las mujeres son indispensables para la vida de la familia, la comunidad, la sociedad, la Iglesia y el planeta”. Conmovida por la fuerza interior que impulsa a defender la vida frente a guerras, injusticias y sistemas extractivos, evocó el proverbio africano: “Mujeres sencillas, haciendo pequeñas cosas, en lugares insignificantes, logran cambios extraordinarios”.
Afirmó que esta campaña es precisamente la suma de esas pequeñas acciones que, entretejidas en red, fortalecen la defensa de la vida, la tierra y los derechos de los pueblos. Compartió también su proceso personal de reafirmación indígena y el testimonio de mujeres ancestras cuya resiliencia continúa inspirando la lucha actual.
Defensa de la Amazonía y los pueblos indígenas
La Hna. Laura presentó la dramática situación que viven los pueblos amazónicos, especialmente en la región de Rondônia, marcada por la expansión del extractivismo, la deforestación y la violencia.
Recordó que la realidad de territorios invadidos —como los del pueblo Karipuna— evidencia la falta de compromiso del Estado con su propia Constitución y favorece intereses económicos que transforman la Amazonía en tierra devastada. Subrayó que esta crisis no es circunstancial, sino sistémica, resultado de un modelo tecnocrático que amenaza la vida toda.
Al mismo tiempo, insistió en la resistencia espiritual y cultural de los pueblos originarios, que, como “pueblos de perfumes ancestrales”, continúan ofreciendo al mundo una visión de armonía con la naturaleza y de buen vivir.
Palabra a los jóvenes: artesanos de la esperanza
En diálogos con estudiantes, la Hna. Laura retomó las palabras del Papa Francisco para recordar que “los jóvenes son artesanos de la esperanza porque son capaces de soñar”.
Les animó a no dejarse robar la esperanza, a resistir al individualismo y al consumismo, y a reconocerse como parte de una “red llamada vida”, donde cada gesto cuenta para transformar el mundo.
Los invitó a ser protagonistas y no espectadores, a tejer solidaridad global y a defender la vida y nuestra casa común desde el aquí y el ahora de la historia.
Sinodalidad desde la experiencia amazónica
En sus presentaciones sobre el proceso eclesial, la Hna. Laura destacó que la sinodalidad amazónica es fruto de un largo recorrido que conecta los encuentros de Iquitos (1971) y Santarém (1972), pasando por el Sínodo de la Amazonía y su llamado a “nuevos caminos para la Iglesia y la ecología integral”.
Explicó que la CEAMA no es solo una estructura, sino un proceso que articula obispos, laicos, mujeres, indígenas y religiosas en un estilo de escucha, discernimiento y responsabilidad compartida.
“La CEAMA —dijo— es un espacio donde nadie decide solo. Es un cuerpo eclesial que busca fortalecer lo que ya existe y abrir caminos nuevos, con un rostro amazónico y samaritano”.
Entre los desafíos destacó la necesidad de sostener esta novedad eclesial sin precedentes, garantizando que la participación de los pueblos indígenas y de las mujeres sea real y decisiva, no simbólica.
Una voz amazónica para el mundo
La presencia de la Hna. Laura en Canadá dejó una profunda huella en todos los espacios visitados. Su testimonio entrelaza el compromiso misionero, la defensa de los pueblos indígenas, la vivencia de la sinodalidad y la esperanza activa que nace del territorio amazónico.
En sus palabras finales recordó que “todo puede fallar, pero la esperanza no puede fallar”, citando a Pedro Casaldáliga. Y afirmó que la Amazonía no es solo un lugar a proteger, sino un rostro eclesial que inspira a toda la Iglesia a caminar unida por la vida, la justicia y la paz.











