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Vicariato Apostólico de Puerto Leguízamo – Solano: la Iglesia que teje vida, paz, comunión y esperanza en la Amazonía

A seis años del Sínodo para la Amazonía, la Iglesia sigue caminando con esperanza junto a los pueblos del territorio. Aquella convocatoria profética del Papa Francisco en 2019 continúa dando frutos en comunidades que, día a día, encarnan una Iglesia con rostro amazónico, comprometida con la vida, la justicia y la paz.

En este horizonte, el Vicariato Apostólico de Puerto Leguízamo – Solano se presenta como un testimonio concreto de ese sueño sinodal: una Iglesia que teje vida, paz, comunión y esperanza en medio de los desafíos ecológicos, sociales y espirituales de la Amazonía colombiana. Su labor misionera, guiada por Mons. Joaquín Humberto Pinzón, IMC, y los Misioneros de la Consolata, refleja la fuerza del Evangelio que brota desde el territorio y se hace cuidado, reconciliación y presencia fraterna.

Una Iglesia que escucha y camina con los pueblos

Mons. Pinzón destaca la importancia de mantener vivo el proceso sinodal en la Amazonía, señalando que “el proceso está vivo y hay que seguir apostando por él. Es una construcción que se hace juntos y, sobre todo, desde las bases, desde las comunidades.”

El obispo resaltó tres aprendizajes fundamentales que orientan el caminar eclesial en la región:

  1. El dinamismo del proceso sinodal, que sigue creciendo gracias a la participación real de las comunidades.
  1. El desafío de tejer caminos más allá de las fronteras, compartiendo experiencias y procesos que unen a los pueblos.
  1. La riqueza de nuevas experiencias pastorales como la itinerancia, la intercongregacionalidad y la interculturalidad, que fortalecen el trabajo conjunto en la Amazonía.

Una Iglesia con rostro amazónico y plural

Mons. Pinzón recordó que el llamado del Papa Francisco a ser una Iglesia con rostro amazónico, expresado en el Sínodo de la Amazonía y en la exhortación Querida Amazonía, se ha hecho vida en el Vicariato desde mucho antes del proceso sinodal.

“El rostro amazónico de esta Iglesia son los rostros diversos de los pueblos originarios, campesinos y afrodescendientes que habitan el territorio”, afirmó.

Esta diversidad cultural es, a la vez, un desafío y una riqueza que impulsa una pastoral verdaderamente intercultural y participativa, centrada en la comunión, la misión compartida y el cuidado del territorio.

El CAPI: un espacio de sabiduría y encuentro

Uno de los frutos más significativos de este caminar es el Centro Amazónico de Pensamiento Intercultural (CAPI), surgido a partir del diálogo con líderes indígenas y de la experiencia formativa de catequistas y animadores.

“El CAPI es un don, un regalo, porque significa poder contar con un espacio de sistematización de la vida y la cultura de los pueblos, de su espiritualidad”, explica Mons. Pinzón.

El CAPI se ha convertido en un lugar de encuentro y de formación integral, donde confluyen la memoria, los saberes ancestrales y los sueños colectivos. Allí se han realizado ya dos Mingas Amazónicas Fronterizas bajo el lema “Amazonía, espacio de vida que une orillas”, espacios donde líderes espirituales, sociales y comunidades dialogan para construir propuestas que garanticen la vida y el futuro del territorio.

Cuidado de la creación y compromiso con la vida

La opción por la defensa de la vida y del territorio atraviesa toda la acción pastoral del Vicariato. “El plan de pastoral global está impregnado del compromiso con el territorio, con esta Amazonía corazón biológico de la tierra”, expresó Mons. Pinzón.

Desde este enfoque, se han impulsado planes pastorales que integran la dimensión ecológica, juvenil, rural y social, destacando iniciativas como Agrovida, que promueve prácticas agroecológicas frente a la deforestación y ofrece alternativas sostenibles a la ganadería extensiva. Estas acciones buscan generar nuevas prácticas comunitarias y ecológicas, sembrando conciencia y compromiso con el cuidado de la Casa Común.

Caminos de paz y esperanza

Finalmente, Mons. Pinzón subrayó que la sinodalidad y el cuidado de la creación son caminos inseparables hacia la paz:

“No se puede vivir en la Amazonía sin esta espiritualidad del reconocimiento y del cuidado de nuestra madre, la Casa Común. En la medida en que nos comprometemos con la vida —de las personas, del agua, del territorio— vamos construyendo procesos de paz.”

El sueño de paz al que apunta el Vicariato no se limita a la ausencia de conflicto, sino que abarca la posibilidad de que la vida florezca en todas sus dimensiones: humana, cultural, espiritual y ecológica.

En esta misión, la Iglesia amazónica continúa siendo camino y esperanza para los pueblos. Su testimonio recuerda que cuidar la Casa Común, promover la justicia y tejer comunión son tareas inseparables de la fe.

Desde Puerto Leguízamo, esta Iglesia con rostro amazónico sigue anunciando que otro modo de vivir y de creer es posible, donde la vida y la paz se abracen en el corazón verde del mundo.

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