Cada 5 de junio, el mundo celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha promovida por las Naciones Unidas desde 1972 para despertar la conciencia global sobre los desafíos ambientales que amenazan la vida en el planeta.
Este 2025, el lema es contundente: “Sin contaminación por plásticos”. Un llamado urgente a reducir, reutilizar y rechazar el uso desmedido de plásticos que invaden nuestros ríos, suelos, cuerpos y sistemas de vida.
La contaminación plástica también amenaza la Amazonía
Aunque suele asociarse al consumo urbano, la crisis de los plásticos ya llegó a los rincones más remotos de la Amazonía. Bolsas, envases, embalajes, microplásticos y residuos hospitalarios están contaminando ríos, suelos, animales y hasta los cuerpos humanos.
El plástico no biodegradable pone en riesgo:
- La salud de las comunidades indígenas y ribereñas, que dependen directamente del agua de los ríos para su vida cotidiana.
- La fauna amazónica, que ingiere o queda atrapada en residuos plásticos.
- La integridad de los ecosistemas, cuya capacidad de regeneración se ve gravemente afectada.
Un sueño ecológico desde la Querida Amazonía
A la luz de Laudato Si’ y del sueño ecológico de Querida Amazonía, la Iglesia en el territorio amazónico reafirma su compromiso con una ecología integral que rechaza la cultura del descarte y toda forma de contaminación, especialmente la provocada por el plástico. Inspirados en el clamor de la Tierra y de los pobres, nos sentimos llamados a promover un estilo de vida sobrio y sustentable, denunciar los modelos extractivistas que destruyen la Casa Común, y recuperar las sabidurías ancestrales que enseñan a vivir en armonía con la creación. En este camino, la espiritualidad ecológica es el corazón del compromiso cristiano con la justicia y la vida.
Acciones de las comunidades amazónicas
Desde las comunidades amazónicas, podemos asumir acciones concretas y contextualizadas para reducir la contaminación por plásticos: dejar de usar bolsas, botellas y utensilios plásticos en ferias, mercados y celebraciones locales; promover la recolección y reciclaje comunitario de residuos mediante puntos de acopio gestionados por jóvenes y liderazgos locales; recuperar y fomentar el uso de recipientes tradicionales como totumas, cestos, calabazos y envoltorios de hoja; organizar jornadas de limpieza en quebradas, caños y caminos comunales; y capacitar en escuelas y asociaciones sobre los impactos del plástico en la salud, los animales y los cultivos. Estas pequeñas acciones, sostenidas colectivamente, regeneran el territorio y fortalecen la autonomía comunitaria frente a los modelos de consumo externo.
Sin contaminación plástica, sí hay futuro
En la Amazonía, cada bolsa plástica abandonada en un río es una herida a la vida. Cada botella que no se recicla es una amenaza para los pueblos.
Pero cada acción de cuidado, de reciclaje y de conciencia es una semilla de esperanza.
Como Iglesia amazónica, nos unimos al clamor de la Tierra y al sueño de un mundo libre de contaminación, más justo y más fraterno.
Una Amazonía sin plástico es una Amazonía más viva.
Una humanidad sin contaminación es una humanidad reconciliada.